viernes, 5 de noviembre de 2010

Los diseñadores de los juguetes del cola cao no tenían familia

Me estaba preparando uno de mis maravillosos pampero - cola, cuando he pensado lo bien que me vendría en esos momentos una bati - cao, para que la mezcla sea pefecta y encima salga espumilla.

Lo cual, a su vez, me ha llevado a realizar una profunda reflexión sobre los juguetes que regalaban con los paquetes del cola cao. Nunca tuve todos, porque en casa somos de Nesquik, pero tuve unos cuantos familiares que me donaron algunos amablemente, para degracia de mis más allegados.

Rompí el hielo en el mundo de los juguetes-cao con una coctelera cao, que era como un vaso gigante con una ventosilla en la que podías meter una pajita. El chollo de la coctelera cao se acabó el día en que decidí llevármela a patinar metida en una bolsa-nevera de mi madre que cogí, como no podía ser de otra manera, sin permiso.
No había recorrido ni medio muelle cuando me entraron unas ganas horribles de beber cola cao. Y pude comprobar, con espanto, que el juguetito estaba vacío. Toooda la neverilla estaba impregnada de un cola cao que nunca conseguí quitar, y la escondí para que no me pillaran. Claro que cuando me pillaron el cola cao se había transformado en moho y la bronca fue mayor. Fue tal el trauma que recuerdo todo perfectamete: era jueves santo y llevaba vaqueros y un jersey rosa. La coctelera cao fue confiscada.

Luego llegó la baticao. Era genial porque mezclaba el cola cao con la leche en un momentito y encima dejaba una capita de espuma muy gozosa. El día que mi vaso volcó por la energía del aparato, y la mesa, paredes, lámpara y pijama se llenaron del maldito pringue, dejó de ser un invento maravilloso para mi madre. La baticao fue confiscada.

Y el último que recuerdo es el karaoke-cao. Un vaso adosado a un micrófono con el que podías desayunar y cantar la canción del verano a la vez. En este caso no derramé nada. Pero también hubo un trágico final. Las pilas fueron confiscadas. El karaoke cao pasó a manos de mi hermano. Y creo que no hay que explicar nada más.

Por todo ello, he llegado a la conclusión de que los diseñadores de los juguetes del cola cao no tenían familia. O que la mía no era muy tolerante.

En definitiva, que mi pampero cola se queda sin espumilla