Nos pasamos nuestra existencia quejándonos de todo, sin darnos cuenta de que, en realidad, la vida puede ser lo que queramos que sea. Todo depende de cómo se mire.
Y es que, si te paras a mirar a tu alrededor, todo lo que nos rodea es maravilloso. El problema es que el ser humano es innatamente ingrato.
Cuando llueve mucho, soñamos con sol. Y cuando hay mucho sol, anhelamos la lluvia. No deberíamos quejarnos por llevar tres días sin poder ir a la playa por culpa de la lluvia. En realidad, esos tres días en los que diluvia hacen que el día de playa lo disfrutemos el triple.
Nos pasamos el día envueltos en un consumismo exacerbado, porque en realidad nada nos hace completamente felices y siempre queremos más. Y la explicación a este fenómeno es muy simple. Lo que realmente hace feliz es todo aquello que no vale dinero: una conversación con los amigos, pasear al borde del mar, una buena canción, un abrazo, un beso. El silencio.
Y hasta que no aprendamos a valorarlo, nunca acabará este modo de vida: el de ser el que más tiene
Todos los golpes que recibes de la vida no son gratuitos. Y no hay que resignarse a lamentarnos. Hay que aprender. En una ocasión, un profesor me suspendió un examen porque sabía que podía sacar mucha mejor nota que un cinquillo.Fui a lo fácil y me pillé los dedos. Me hirió el orgullo y saqué un diez en la recuperación. Esa es la actitud. Y la vida cada día nos ayuda a forjarla, sólo que a veces no lo sabemos ver.
No es más fuerte el que nunca se cae, sino el que más veces se levanta
Mucho ánimo a mis pequeñas Wendys. Nos levantaremos de nuevo
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